jueves, 13 de octubre de 2016

Teodoro sobre Cristina


Escribe Teodoro Boot

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Entré al gmail con el propósito de mandar este mensaje y me encontré con el elogioso comentario de un amigo al discurso de Cristina en la universidad de Quilmes. Yo también acababa de escucharlo y mi primer o segunda reacción fue alegrarme de haber declinado el ofrecimiento que me hicieron unos (irresponsables) amigos de participar en un congreso en el que, junto a otros, me tocaba hablar de colonización pedagógica y semiótica de construcción de sentido o algo así. Les agradecí, pero dije que difícilmente podía hablar del tema siendo que desconozco hasta lo que quiere decir semiótica. La verdad de la milanesa, es que sé de qué cosas no sé y no me gusta ser chanta metiéndome donde no debo.
Y me alegré de haber declinado la invitación, porque esa mesa, la de colonización y semiótica y todo eso, debería ser eliminada del congreso: se me hace que nadie podrá entrarle al tema con mayor claridad y perspicacia que lo que Cristina hizo hoy.

Como todos sabrán, no soy muy afecto a Cristina: muchos aspectos de sus gobiernos y muy especialmente sus manierismos los critiqué mucho, ganándome las broncas de demasiada gente. Y sigo pensando exactamente lo mismo de esos mismos temas que pensé durante estos años. Obviamente, manteniendo todas las críticas, voté (y no disciplinadamente, porque eso es algo que no soy) al FPV convencido de que si llegábamos al balotaje íbamos a perder y que perder sería lo peor que nos podría ocurrir, no a nosotros, no sólo a mí y a mis coetáneos, que ya estamos casi para conserva, sino a los argentinos.Por ejemplo, yo no sé si esta no habrá sido la última oportunidad, que perdimos como perdemos todas las cosas, por ser demasiado vivos, por pasarlos de piolas, por saberlas todas. Como comentábamos hoy con otro amigo, por tener cerebros demasiado grandes y pensar demasiado.

El de hoy fue el segundo discurso de Cristina que escuché en los últimos días. El anterior, que me gustó realmente mucho, fue en Atlanta a propósito de Yrigoyen y los cien años de su asunción. Es evidentemente, de lejos, la única dirigente política que tiene hoy la Argentina. Y lamento decir, en especial a quienes a mi juicio leyendo mal la realidad, creen que podrá ser reemplazada o que será posible reconstruir el movimiento nacional sin ella en un lugar muy relevante.

Sé que para muchos sonará a herejía, pero cada día que pasa estos tiempos se me hacen más y más parecidos a los posteriores al 55, casi en todos los planos y aspectos. Cristina no es Perón, me dicen. Pero Perón tampoco era Perón.
No quiero decir con esto que todo vaya a resultar igual (espero que no, porque hubo una mínima y complicada posibilidad recién 18 años después), pues puede haber muchos errores y finalmente, no hay nada escrito en términos históricos y humanos. Pero, muy especialmente viendo las vacilaciones del triunvirato de la CGT y el triste destino que va tocando a los Bossio y Esmeraldas, se me hace que hoy, como ayer, lo que terminará dando más réditos es la intransigencia.

Pero en este punto hay que mirar a Yrigoyen: la intransigencia no supone ni intemperancia ni sectarismo. Es de procedimientos, principios y objetivos.
Pero el que cree que Cristina ya fue o está completamente ciego o anda tomando demasiada Ferro Quina Bisleri.

1 comentario:

oti dijo...

Creo que, más que intransigencia, Cristina sigue el principio de coherencia y tiene la capacidad de mantenerse en él.

Ella sabe, más que nadie por haber estado en la cima del Poder Ejecutivo, que no hay ningún futuro posible que no sea desgraciado siguiendo por el camino del actual gobierno.

Y también sabe que retornar al rumbo que había bajo su mandato va a exigir un esfuerzo enorme y mucho más audaz a fin de subsanar y arreglar el desastre social que dejará el actual gobierno y, simultáneamente, lograr los objetivos que quedaron pendientes al 9/12/15, para lo cual será necesario tener mejores funcionarios que los que tuvo y evitar cometer los errores que se cometieron.

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