lunes, 18 de abril de 2016

Un paso adelante, dos pasos atrás



Ayer por la tarde sentí por primera vez una tristeza muy profunda que venía de lo más hondo de mis sentimientos y estaba generada por la certeza de que en Brasil se iniciaba el golpe parlamentario contra Dilma. Me acabo de enterar que uno de los diputados que votó por el juicio político a la presidenta le dedicó su voto al militar que la torturó cuando estuvo detenida, algo que ratifica aquello de que la grieta es muy anterior a los gobiernos de la última década y nos demuestra qué sectores militan si profundización.
Si bien este desenlace se veía venir, igualmente duele que el partido político que más hizo por los pobres del principal país de sudamérica sea expulsado del poder por una runfla de impresentables, pero esta es una enseñanza que debemos atender con sumo cuidado quienes seguimos aspirando a la transformación social.
En momentos como estos, donde la pregunta es ¿Cómo pudimos llegar a este punto? es donde se impone realizar una mirada en términos históricos y recordar que quienes empezamos a militar a fines de la dictadura cívico-militar soñábamos con un futuro donde las fuerzas hermanas de Uruguay, Chile, Brasil y del resto del continente llegaran alguna vez al poder. Eso se dio en los albores del nuevo siglo y fuimos testigos de los logros obtenidos, pero las oligarquías de los diversos países y los Estados Unidos no se cruzaron de brazos, aguantaron el interregno popular y planificaron el regreso con una dureza como la que hoy estamos verificando. Están dispuestas a convencer como sea a los pueblos de la inconveniencia de instalar nuevamente gobiernos díscolos. Lo vemos aquí, donde el ajuste brutal al que se somete al pueblo es relatado como la consecuencia de la fiesta populista y se oculta la verdadera causal, que no es otra que el resultado de una transferencia de recursos nunca vista a los ricos en tan poco tiempo.
Lo que debemos hacer desde el campo nacional y popular es recordar aquello de Lenin cuando hablaba de un paso adelante y dos para atrás. Hoy, más que nunca es prioritaria esa evocación. Las fuerzas populares siempre están en inferioridad de condiciones en la confrontación con las oligarquías que cuentan con los medios, el dinero, las empresas, las corporaciones y una camada de dirigentes políticos siempre dispuestos a jugar con ellos. Pero la gran diferencia de estos tiempos es que en la región, las nuevas generaciones se criaron al calor de las políticas populares y eso marca una diferencia. Cuando yo tenía 14 años me agarró el golpe del 76 mientras que mi hija, a los 14 ya protagonizó la toma de su colegio por reivindicaciones estudiantiles. La generación de los que andamos en torno a los 50 tuvo que crecer en medio de proclamas militares y eso deja marcas indelebles que tarde o temprano afloran, tirando a favor de lo establecido. Nuestros hijos tuvieron la inmensa suerte de crecer viendo cómo se podían lograr conquistas sociales y cómo desde el gobierno se podía gestionar a favor de los que menos tienen.
Hay una diferencia notoria
Nos toca a nosotros padecer la restauración pero no tengo duda que el piberío que se formó con el kirchnerismo, el PT y el resto de las fuerzas populares sabrá pasar la zaranda para revisar todo lo que se hizo, corregir, profundizar e innovar todo lo que sea necesario. Las experiencias de 10 años de gobiernos populares en el continente no caerán en saco roto pero tenemos que prepararnos para recordar que los tiempos de las luchas políticas son mucho más largos que nuestras propias vidas.

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