jueves, 18 de septiembre de 2014

El flagelo de esconderse en la academia para oponerse al gobierno, Hoy: “Los aplazos en primaria”

Escribe: Mariana Melgarejo


El martes salió en La Nación esta nota de una doctora en educación, vocera de una Universidad destacada por su carácter elitista y conservador, cuestión que la mencionada Doctora no intenta ocultar, es más refuerza sin pudor en lo que escribe.



En esta nota Claudia Romero intenta explicar porqué hay una disyuntiva entre “inclusión populista” y “camino arduo de la educación”. Parece que en su planteo son incompatibles, y que el “camino arduo de la educación” sólo puede darse sin inclusión del pueblo (porque convengamos que cuando se usa “populismo” para describir una medida de gobierno, se tiene la pretensión no disimulada de desvalorizar lo popular).
La doctora se hace una serie de preguntas, que pretenden encerrar críticas a la “inclusión populista”, cuando en realidad son las críticas que levantan Clarín, La nación y todos los relatos de los medios opositores. Se hace en la nota las siguientes preguntas:

“Es posible incluir con calidad educativa en una Argentina desigual y excluyente? ¿Es posible educar para el trabajo a chicos que no vieron trabajar ni a su padre ni a su abuelo, sostenidos todos por asignaciones y planes? ¿Es posible educar para la convivencia en un país en el que locales y visitantes no pueden compartir un partido de fútbol en la misma cancha? ¿Es posible educar en el cumplimiento de la ley en un Estado de default y desacato? ¿Es posible educar para el futuro cuando cada día se resume en un relato salvaje de supervivencia?”

La verdad que para levantar como propias las preguntas que vienen haciendo en TN no hace falta un doctorado en nada, señora Romero. No son preguntas auténticas que retomen el debate educativo, ni siquiera desde el campo académico, sino aquellas que reproducen el discurso de los medios opositores, no hay ninguna pregunta que apunte al cambio necesario en educación, fijate vos. Sería más honesto que se presente como “opinóloga” para argumentar desde donde lo está haciendo.
Y para que no se note tanto, disfraza la argumentación retomando el concepto de “clima escolar”, poniendo de forma maniquea el ejemplo de una escuela de Villa Lugano, que ni siquiera se encuentra en la jurisdicción que impulsa la reforma, que es la Provincia de Buenos Aires.
Señora Romero, si vamos a mezclar toalla con mondongo, no necesitamos un doctorado en educación. Si le reconozco que puede ayudar dirigir algo en la Universidad Di Tella o escribir en La Nación.
Yo le haría, en todo caso, otras preguntas:
La educación es la respuesta a todas las injusticias sociales? Tiendo a creer que no, que para eso está la política, la integralidad de las políticas que puede llevar adelante un Estado. Creo que la educación genera mejores condiciones para muchas cosas, pero no resuelve la inseguridad, el tema del empleo, y no dirime internas políticas, que siempre van a existir y está bien que así sea.
Se puede hablar de una educación de calidad que no incluya a todos en el marco de la justicia social y el ejercicio de derechos? Yo creo que no, pero parece que la mayoría de expertos internacionales acuerdan en lo mismo, incluso el índice de inclusión de un sistema educativo es uno de los indicadores de calidad educativa en un país.
Se puede hablar de una educación de calidad si le esquivamos el cuerpo a cualquier discusión educativa hasta que estén dadas todas las condiciones sociales para el cambio?
Creo que no, pero no sólo porque soy defensora de cualquier medida que democratice la educación (puedo mencionarle la Ley de Centros de Estudiantes, el Programa Conectar Igualdad, la Ley de Educación Sexual Integral y seguir…) sino porque no hay cambio que pueda esperar a que estén dadas todas las condiciones, y menos el cambio educativo.
Los cambios hay que impulsarlos, el debate hay que darlo, la batalla cultural es contra la exclusión y la pobreza, y todo cambio va a generar crisis en una institución como la escuela, que, gracias a gente que opina como usted, sigue siendo conservadora. Y saber que va a haber resistencia, crisis e incluso vueltas atrás no debe ser obstáculo para impulsar el debate y los cambios, sino que debe ser considerado como una condición.
Pero luego ya vienen afirmaciones no sólo falaces, sino que demuestran para dónde va la cosa, escuchate ésta:
“La inclusión populista, en un delirante ejercicio de tergiversación de la realidad, se centra en la alteración de la escala de calificaciones que tradicionalmente fue del 1 al 10; le saca los tres dígitos fatídicos que indicaban aplazo y dice que la cuenta comienza con el 4. Calificaciones "blandas" que acompañen. La inclusión real es sin duda más difícil, se realiza por el conocimiento y a través del aprendizaje.”
Falso. Pero muy falso. No sólo no se centra en eso, sino que es un punto de un apartado del Régimen Académico, que ocupa un lugar mínimo en una serie de cambios mucho más profundos, cosa que luego, y sin disimular para nada, reconoce contradictoriamente.
“Siguiendo con los cambios en el régimen académico de la primaria, es apropiado pensar en ciclos de aprendizaje sin repitencia o con "promoción acompañada", otro neologismo que tan bien les sienta a las reformas.”
Ay la doctora qué manera de mostrar la hilacha! Los hilos conservadores con los cuales evidentemente acuerda, que tal vez incluso refuerce en su práctica en tanto formadora de docentes, vuelve toda su nota una “Oda reactiva al cambio”, donde sólo pueden ser educados aquellos que mejor han incorporado los discursos culturales hegemónicos, que la mayoría de los espacios de formación docente aún reproducen.
Decir cosas tales como “hay que cambiar la educación, pero cuando todo lo demás también cambie”, o bien “no estoy en desacuerdo con incluir educativamente, pero dejando las cosas como están” es un argumento mentiroso. Equivale a decir, en realidad: “no hay que cambiar nada”, y eso es una definición política que sólo pueden darse los opinólogos. Los gobiernos y los militantes no podemos darnos ese lujo.

El “camino arduo de la educación” no puede, no debe ser incompatible con la inclusión. Y para que un sistema excluyente incluya, es necesario empezar a hacer cambios, y empezar a romper estructuras, dar debates, “hacer lío” como dijo Francisco.

2 comentarios:

Carlos G. dijo...

Execelente la Dra.!
Me recuera a una persona de mi conocimiento que critica las políticas de ampliación de derechos porque "primero hay que educar...".
Menos mal que cuando se abolió la esclavitud no primó el mismo criterio, no?

LaloG dijo...

Hoy sepa o no sepa se pasa de año.
Es una estafa al estudiante que se cree que su titulo tiene valor.
Los padres vemos que trae buenas notas y nos creemos que va bien y no nos involucramos para ayudarlo a estudiar.
Por otra parte mi hijo ya "capto" como viene la mano y hablarle de mala nota y repetir de año no sirve para que se ponga las pilas. Sus principales preocupaciones no pasan por su rendimiento academico.
La situacion es un Cambalache
Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseados.

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador...
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.


Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón...
Mezclao con Stravisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto a un calefón.

Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale, nomás...!
¡Dale, que va...!
¡Que allá en el Horno
nos vamo’a encontrar...!
No pienses más; sentate a un lao,
que ha nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley...

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